El monumento fue concebido como un gesto simbólico hacia la independencia, en un período en que la joven república chilena buscaba inscribir sus hitos fundacionales en el espacio público. De esta forma, el obelisco representó un esfuerzo por materializar en la ciudad el recuerdo de la Primera Junta de 1810, y al mismo tiempo responder a una necesidad más amplia: dotar a la capital de referencias monumentales que conmemoraran sus hechos políticos más relevantes.
La cita de Lisa Flora Voionmaa Tanner permite situar este obelisco en el marco de la discusión arquitectónica y cultural de mediados del siglo XIX. Su lectura enfatiza la preocupación de Claudio F. Brunet Debaines, arquitecto francés contratado por el gobierno chileno: